
1963 será recordado por otras cosas, no sólo JFK
Recién comenzaba el año, un año que sería extraordinario, en que tantas cosas cambiarían.
Fue hace medio siglo, el 14 de enero de 1963, cuando George Wallace ascendió al podio para dar su discurso inicial como gobernador de Alabama. Pronunció unas palabras que comprendían un intenso desafío al movimiento de los derechos civiles que comenzaba a cobrar fuerza.
«Aquí marco la línea y lanzo el reto ante la tiranía: ¡la segregación hoy, la segregación mañana, la segregación para siempre!», exclamó.
Cincuenta años después, las palabras aún asombran. En cursos universitarios como «Los años sesenta en la historia y el recuerdo», muchos estudiantes reaccionan atónitos.
Pero si ellos ven sus libros de texto, verán que apenas siete meses después ocurre otra alocución histórica. Sucedió a los pies del Monumento a Lincoln en Washington y fue pronunciada por Martin Luther King Jr. El líder de los derechos civiles ofreció una visión de «el día en que todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, podrán darse la mano y cantar el verso antiguo: ‘¡Libres al fin, libres al fin, gracias a Dios Todopoderoso, libres al fin!»
Los estudiantes sienten escalofríos al escuchar las palabras, y reflexionan sobre los acontecimientos contradictorios de 1963.
«Constantemente les enfatizamos a los alumnos que ese año ocurrieron todas estas cosas tan variadas»», dice Donald Spivey, profesor del curso de los sesenta en la Universidad de Miami.
¿Cuáles cosas?
En medio de las tensiones de la Guerra Fría, 1963 fue el año en que Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron un Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares. En junio, acordaron establecer una línea telefónica de emergencia para garantizar que no estalle una guerra nuclear por accidente.
Fue el año también del umbral del feminismo. Se publicó «The Feminine Mystique», un libro que animó a muchas mujeres a luchar por sus derechos.
Fue un año definitivo para la generación de la posguerra, conocida como los «baby boomers». Eran apenas adolescentes en ese entonces, pero ya empezaban a darse cuenta de lo que querían hacer, de lo que querían creer, de lo que querían comprar. La música que escuchaban transmitía un mensaje muy distinto al conformismo que prevalecía en los años 50. Bob Dylan cantaba que «la respuesta sopla en el viento». Surgió el movimiento rítmico de Motown. Y pronto llegaron los Beatles, con pelo largo y actitud rebelde, como vanguardia de un contingente de grupos de rock que suministraron el tema musical de esa generación.
En el medio de todo estaba la administración Kennedy, juvenil y fotogénica, que en inglés suele conocerse como «Camelot», la leyenda mítica de un mundo maravilloso que duró «un instante fugaz pero brillante».
Y fue en noviembre de ese año, súbitamente, que unos disparos en Dallas segaron ese instante. Las repercusiones de ese sismo histórico se siguen sintiendo hoy.
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«Pasaron tantas cosas en los sesenta que cada año tiene su propio carácter y 1963 ciertamente tiene el suyo», declaró Jeremy Varon, profesor de historia de la New School de Nueva York y co-editor de la revista académica «The Sixties» (Los sesenta).
Los cambios suscitados en esa década tuvieron repercusión mucho después, afirma Varon.
Ocurrió «la revolución en las relaciones entre razas», el conflicto de Vietnam y las divisiones que creó en el país, la experimentación con drogas entre los jóvenes, la revolución sexual, el énfasis social en la cultura joven.
«Todo esto fue vivido como si fuera una crisis», dice Varon, aunque agrega «fue también una época sumamente divertida».
Desde ese entonces «los gustos populares se definen a raíz de lo que desean los jóvenes», declaró, y hasta el día de hoy, las agencias mercadeo y publicidad se afanan por atraer la atención del grupo demográfico que está entre los 18 y los 35 años.
«Ser joven en los sesenta sigue siendo el arquetipo de la juventud», expresa Varon, y los primeros años de esa década contribuyeron a definir eso. «Kennedy le dio a la generación joven esa misión, de definir lo que es la fortaleza y las virtudes del pueblo estadounidense».
Y los alumnos de hoy aprecian eso, aun cuando saben que Kennedy y King pertenecen a un pasado lejano. Debido a que muchos de ellos crecieron en la era de la lucha contra el terrorismo, muchos no saben «lo que es vivir en una cultura de optimismo».
«Lo que más destaca es cuando los alumnos quedan impresionados al ver una época en la historia en que los jóvenes sentían que tenían un propósito en la vida», dice Varon.
El historiador Thomas Hine califica a los jóvenes de los sesenta como «la generación más afortunada».
El sentido de propósito coincidió con un auge económico que venía impulsando al país desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y la idea de progreso se exhibía en la publicidad; todo se vendía como «lo más nuevo y mejorado». Imperaba la frase de Kennedy sobre la exploración espacial «El nuevo horizonte».
«Eso de ‘el nuevo horizonte’ realmente fue muy astuto pues en esa época lo más popular eran las películas y programas de televisión de vaqueros y del oeste, y el nuevo horizonte era el espacio», dijo Hine, autor de «Populuxe», un estudio sobre las ideas que dominaron en los años 50 y 60.
Una tira cómica muy popular en esa época era la de los Jetson, una familia del futuro que vivía flotando en una casa en el espacio, pero que contaba con los artefactos de uso doméstico y tenía la misma composición que la típica familia suburbana norteamericana. La idea prevaleciente en los medios de comunicación, dice Hine, era que «el mundo podía ser manejado … que podíamos tomar control de nuestras vidas».
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En las clases sobre los años sesenta que enseña Spivey en Miami, los estudiantes aprenden sobre la lucha por la igualdad de derechos en Estados Unidos ayudados con música, videos y los recuerdos personales de conferencistas.
«Tratamos de hacer que los estudiantes se sientan como si vivieran en esa época», enfatizó Spivey.
Entre los momentos históricos de ese año, enseña el profesor, están los sucesos en Birmingham. Fue allí donde King y sus activistas decidieron enfrentar a las autoridades con marchas, a fin de provocar una reacción y atraer la atención de los medios. Cientos de personas fueron arrestadas, entre ellas el mismo King, quien al ser encarcelado escribió la histórica «Carta de la Cárcel de Birmingham».
La frase más famosa dice: «Una injusticia en un lugar es una amenaza para la justicia en todas partes». Las imágenes de televisión mostraron a los activistas marchando pacíficamente, entre ellos niños, y siendo hostigados por perros policiales y chorros de agua.
Un reportero de la AP en ese entonces escribió: «Los chorros de agua alcanzaron a los manifestantes, que alzaron los brazos para protegerse mientras corrían buscando refugio. Se abrazaban, de rodillas, para apoyarse, para no retroceder».
El agua del chorro le arrancó la camiseta a un hombre, mientras una mujer sangraba y una joven era herida de un ojo, relata el despacho.
Ante la indignación pública, las autoridades locales eventualmente accedieron a implementar una serie de reformas que King calificó como «la más importante victoria de la justicia que hemos visto en el sur».
El presidente Kennedy pronto se mostró a favor de la Ley de Derechos Civiles.
«Se trata básicamente de una cuestión moral», dijo Kennedy en un discurso en junio de 1963. «¿Acaso le diremos al mundo —y lo que es más importante, a nosotros mismos — que esta es la tierra de la libertad, pero no para los negros?».
Por supuesto que siguió habiendo resistencia. La misma noche en que Kennedy pronunció esas palabras, el activista Medgar Evers fue acribillado a la entrada de su casa por un militante del Ku Klux Klan.
Y fue en la misma Birmingham que ocurrió en septiembre un ataque particularmente cruel: la colocación de una bomba en una iglesia negra que mató a cuatro niñas que se preparaban para sus clases religiosas. Cuando Spivey proyecta para su clase la película sobre el tema, «Four Little Girls», los ojos de los alumnos se llenan de lágrimas.
Entre esos dos sucesos ocurridos en Birmingham sucedió uno que muchos opinan fue el evento cúspide de la lucha por los derechos civiles: la Marcha Sobre Washington, el 28 de agosto de 1963.
«Vinieron los manifestantes hacia la capital, miles de ellos, en tren, avión, autobús, automóviles privados y hasta en algunos casos a pie», reportó la AP en ese momento. Aproximadamente 250.000 personas, en su mayoría negros pero muchos de ellos blancos, se congregaron al pie del Monumento a Lincoln para escuchar a King pronunciar las famosas palabras: «Tengo un sueño…».
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En la historia de la cultura popular, no existe un año definitivo. Aun así cabe destacar que en 1963 los compradores de discos, las estaciones de radio y hasta los disc jockeys estaban aceptando una música mucho más variada. Surgió la melódica música popular negra conocida como «Motown» y «rompimos las barreras de la música», según recuerda uno de sus pioneros, Smokey Robinson. Poco después vendrían los Beatles y «la invasión británica».
«La revolución de los 60 en cuanto a música y estilo empezó en algún lado, y quizás fue aquí», dice un folleto encartado en una reciente colección de los Beatles llamada «First Recordings: 50th Anniversary Edition».
La música en realidad nunca quedó desactualizada. Los Rolling Stones siguen grabando y haciendo giras. La clase de Spivey recientemente tuvo una sesión de aprendizaje de esa música, y en la New School de Nueva York, el profesor Varon queda asombrado al ver cómo los alumnos se conocen las letras de las canciones.
También fue un año crucial para el movimiento feminista. Fue cuando se publicó «The Feminine Mystique» de Betty Friedan. Era la época en que los periódicos, las revistas, la televisión y la radio proyectaban la imagen de lo que debería ser la vida de una mujer: casarse, tener hijos, mantener el hogar. Y para cuidar el hogar, podía usar una serie de aparatos y productos que eran ofrecidos en la publicidad.
El problema, escribió Friedan, era que para muchas mujeres esa no era una vida ideal sino asfixiante, dice la historiadora Stephanie Coontz, autora de «A Strange Stirring: The Feminine Mystique and American Women at the Dawn of the 1960s» («La mística femenina y la mujer estadounidense en el umbral de los sesenta»).
Coontz, quien es también profesora, narra que sus alumnos se asombran al ver el machismo que imperaba en esa época, por ejemplo las leyes que en algunos estados establecían que el hombre debía ser «el amo de la casa» y anuncios publicitarios en que «se solicita chica hermosa y simpática».
Para muchas mujeres, el libro de Friedan fue una revelación. «Siempre se les había dicho que no podían aspirar a más nada en la vida y que si deseaban otra cosa estaban mal de la cabeza. Para esas mujeres, el libro de Friedan literalmente les salvó la vida, pues muchas de ellas estaban considerando suicidarse».
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El cambio transformador es un tema central en los cursos universitarios sobre los años 60; algunos incluso ofrecen a los estudiantes que, en vez de trabajos escritos, participen en proyectos de trabajo voluntario. En las clases se enseña cómo Kennedy fomentó el trabajo voluntario durante su gobierno.
En junio en Berlín, donde la imponente muralla construida por los comunistas subrayaba las tensiones de la Guerra Fría, Kennedy vaticinó la llegada de la libertad. «Todos los hombres libres, donde sea que viven, son ciudadanos de Berlín», exclamó el presidente. «Y es por eso que como hombre libre me enorgullezco de decir, ‘Ich bin ein Berliner’ «.
Así como la generación de hoy se vio estremecida por los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, el recuerdo de los sucesos del 22 de noviembre de 1963 permanece fresco en la memoria colectiva e, inevitablemente, se ha convertido en un artículo de enseñanza.
«Hasta ese momento, había una creencia que el gobierno, las empresas, el mundo académico nos llevarían a un mejor futuro. El asesinato de Kennedy no revocó eso completamente, pero nos enseñó que algunas cosas son más frágiles de lo que pensamos», expresó Hine.