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El Nacimiento del Niño Dios!

¡Cuéntamelo otra vez! ¡Cuéntamelo otra vez! Así dicen los niños a sus abuelos cuando quieren que les repitan un cuento que les gusta mucho. Y el nacimiento del Niño Dios es una de esas historias maravillosas que uno quisiera escuchar una y otra vez. Los primeros que nos la contaron fueron los evangelistas Mateo y Lucas. Todo lo que sabemos de ese acontecimiento maravilloso lo sabemos sólo por lo que ellos dos contaron, pero lo hicieron tan bien y tan bellamente que por eso la historia de la Navidad ha permanecido durante miles de años como una de nuestras preferidas. Pero, bueno, no interrumpamos más y… ¡cuéntamelo otra vez!

Una vez, hace mucho, mucho tiempo, vivían en Nazareth un hombre y una mujer llamados José y María que se habían comprometido en matrimonio. Un día, un ángel se le apareció a María y le dijo que iba a tener un hijo, al que llamaría Jesús y que sería grande entre los hombres.

Ella se asustó mucho y le preguntó que cómo era posible, si aún no se había casado con José. El ángel, que se llamaba Gabriel, le contestó que ese niño sería engendrado por el Espíritu Santo, pues sería el Hijo de Dios. María le respondió que haría lo que Dios dispusiera, y entonces el ángel se fue.

María le contó a José la noticia de que estaba esperando un hijo del Espíritu Santo. El no le creyó, pero como era un hombre justo, no quiso denunciarla y decidió reprenderla en privado. Sin embargo, al poco tiempo un ángel se le apareció en sueños y le dijo que el hijo que María esperaba en verdad había sido concebido por el Espíritu Santo y que sería el Salvador de los hombres. Cuando José despertó, se acordó de lo que el ángel le había dicho y le pidió perdón a María.

Poco después de que José y María se casaron, el Emperador César Augusto dio a todos los habitantes del imperio la orden de que debían viajar a sus ciudades de origen para realizar un censo. Como José era descendiente de la estirpe de David, él y su esposa se vieron obligados a viajar desde Nazareth hasta Belén.

Emprendieron el viaje y tras un largo camino llegaron a la ciudad de Belén a pedir hospedaje en las posadas. Sin embargo, ya había llegado mucha gente para cumplir con la orden del César, así que todas las pensiones estaban ocupadas. No habiendo sitio para ellos, tuvieron que buscar algún lugar fuera de la ciudad dónde pasar la noche. En el camino descubrieron un pequeño establo y allí se acomodaron por hallarlo cómodo y protegido del frío.

Estando allí, se cumplieron los días del embarazo de María y dio a luz a su hijo. Luego lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Cerca de allí, unos pastores que dormían a la intemperie cuidando sus rebaños recibieron la visita de un ángel que les dijo: “No temáis, os traigo una gran noticia: hoy en la ciudad de David ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor. Es un pequeño niño, envuelto entre pañales y acostado en un pesebre”. Luego de alabar a Dios, el ángel se fue en compañía de un ejército celestial.

Los pastores fueron a ver lo que el ángel les había anunciado y encontraron al Niño tal como les había dicho. Los pastores contaron a José y María lo que les había sucedido y todos se maravillaron.

Una semana después, María y José le dieron al niño el nombre de Jesús, tal como el ángel lo había anunciado.

Tiempo después, siguiendo una estrella en el oriente, llegaron a Belén unos magos preguntando por el rey de los judíos, que acababa de nacer, pues querían adorarlo. Al no hallar respuesta, los magos continuaron y la estrella les siguió indicando el camino, hasta que por fin se detuvo encima del lugar donde estaba el niño Jesús.

Al llegar al establo, los magos adoraron al niño y después de abrir sus cofres le ofrecieron incienso, mirra y oro.

Cuando los magos se fueron, un ángel se apareció en sueños a José y le dijo que tomara al niño y huyera a Egipto, pues Herodes pensaba matarlo. José así lo hizo y allí permaneció con su familia hasta que Herodes murió.

La Sagrada Familia regresó ilesa a Nazaret y allí el niño creció sano, justo y cada vez más sabio por la gracia de Dios.

Pero bueno… esa es otra historia.

HISTORIA DE LA NAVIDAD

Antes, mucho, mucho antes de que naciera el Niño Dios, también se celebraba la Navidad. Por supuesto, no se llamaba igual, porque como tú ya sabes Navidad se refiere a la Natividad (o sea el nacimiento) de Jesús, pero la gente celebraba otras fiestas, que fueron las que le dieron origen a la Navidad.

La fecha del 25 de diciembre siempre ha sido especial porque es el día del solsticio de invierno, o sea cuando la noche es más larga y el sol comienza a nacer de nuevo, después de irse ocultando desde el comienzo del otoño. Por eso los antiguos celebraban este acontecimiento como un símbolo de esperanza de los tiempos futuros.

Imagínate que los romanos, esos que se vestían con mantos blancos y sandalias, celebraban las fiestas de algunos de sus dioses del 17 al 23 de diciembre, y el 25 se lo dedicaban al “Nacimiento del Sol Invencible”. Como todo lo de los romanos, en esas fiestas comían y bebían muchísimo.

En muchos países de Europa se celebraba una fiesta de invierno muy parecida, en la que se quemaban troncos y ramas adornados con cintas para que los dioses hicieran brillar el sol con más fuerza. ¡Claro, con ese frío! ¡Brrr!

De la misma forma, casi todas las culturas antiguas, en casi todos los continentes, celebraban el 25 de diciembre el nacimiento del sol. ¿Que esto no tiene nada que ver con la Navidad? Bueno, parece, pero imagínate que siglos más tarde quisieron establecer la fiesta del nacimiento de Cristo, pero… ¡en la Biblia no se mencionan fechas! Así que realmente no sabían cuándo había nacido el Niño Dios.

Como el cristianismo apenas estaba naciendo, no siempre era fácil convertir a quienes no creían, de manera que entre sus fiestas se iban mezclando las cristianas para que poco a poco se fueran acostumbrando a ellas. Fue así como la Navidad se fijó para una fecha en que la gente estaba acostumbrada a celebrar, y esa fue la del Nacimiento del Sol Invencible, el 25 de diciembre. ¿Sí ves que sí tenía que ver?

Esto ocurrió en el siglo IV, y la fecha del 25 de diciembre fue reconocida gracias a la ayuda de dos santos muy importantes: San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno.

Por allá por la Edad Media, o sea como en el año mil, el banquete era la parte final y más importante del festejo. ¿Se te hace conocido? De ahí que para nosotros la Cena de Navidad sea una tradición fundamental.

La Navidad tal como tu la vives hoy, con árbol, adornos, regalos y fiestas, se inventó en el siglo pasado, aunque en el XX se le introdujeron también muchos detalles que hoy son tradición.

Pero lo importante es que la Navidad, no importa de dónde provenga, es una fecha que nos recuerda el nacimiento de ese Niño que vino a llenar de amor el mundo: el Niño Jesús.

Tomado de “El gran libro de la Navidad” publicado por Hola Colina, con textos de Alejandro Bravo e ilustración, diseño y diagramación de Sandra Posada G. y María Eugenia Posada S.

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