En estas escuelas no hay reglas!
. . . Cómo funcionan los colegios sin exámenes
NUEVA YORK – En un día reciente, el programa de la Escuela Libre de Brooklyn incluía los rubros siguientes: películas de terror, ajedrez, debates y la fabricación de cavernas para las Tortugas Ninja Adolescentes Mutantes.
Nada es obligatorio
No es que los alumnos tuviesen que asistir a ninguna de esas sesiones. En esta escuela, los estudiantes no reciben calificaciones, no hacen tareas, no se someten a exámenes ni siquiera tienen que asistir a clases… a menos que quieran.
“Básicamente uno puede hacer cualquier cosa en cualquier momento, y es mucho más divertido porque a veces cuando uno necesita un descanso en las escuelas regulares no lo consigue”, dijo Sophia Bennett Holmes de 12 años, aspirante a diseñadora de modas, actriz y cantante. “Pero aquí, si uno necesita sentarse y leer y tener tiempo para jugar, puede hacerlo”.
Las “escuelas libres”, que tuvieron su auge hace décadas, operan sobre la suposición de que los niños son naturalmente curiosos y aprenden mejor cuando quieren hacerlo y no cuando se les obliga. Hoy atienden los reclamos de algunos padres y alumnos cansados de las pruebas estandarizadas, las tareas excesivas y los programas rígidos.
“Aquí cada chico está decididamente motivado a aprender algo”, dijo Alan Berger, ex vicedirector de una escuela pública que fundó la escuela de Brooklyn en el 2004. “Creemos que si les permitimos que se dediquen a sus pasiones y deseos, serán capaces de desarrollarlos más. Serán capaces de aprender más”.
Cientos de escuelas libres abrieron en Estados Unidos y otros países en las décadas del 60 y el 70. La mayoría cerró pero algunas, como la Albany Free School y la Sudbury Valley School en Massachusetts, perduraron. En total, no se sabe cuántas escuelas libres siguen funcionando.
Las que siguen en operación suelen usar un modelo “democrático” que da a los estudiantes voz para el manejo de la institución.
En la Escuela Libre de Brooklyn, gran parte de esa toma de decisiones se produce en una reunión semanal obligatoria llamada Reunión Democrática. Aquí los alumnos ventilan sus quejas, plantean desafíos, proponen reglas y formulan políticas. Aun los niños más pequeños tienen igual voto que el personal docente.
La escuela -que recibió una licencia provisional del estado para funcionar como institución educativa privada- ocupa dos pisos en una iglesia metodista libre.
Los alumnos deben presentarse unas 5 horas y media por día, en parte para que la escuela cumpla los requisitos legales, pero lo que hagan en ese tiempo depende exclusivamente de ellos. El alumnado -42 estudiantes entre 5 y 17 años- presenta diversidad racial y económica, distintos grados de habilidad y los estudiantes no están separados por edad.
En cualquier día, un alumno podría estar jugando ajedrez, leyendo un libro, practicando yoga o ayudando a embalsamar un pollo.
Aun entre algunos paladines de la educación alternativa, las escuelas libres son consideradas demasiado radicales.
Jeanne Allen, presidenta del Centro para la Reforma Educativa, organismo partidario de las escuelas flexibles, dice que “uno no se desprende de todas las estructuras y normas si quiere que su niño sea capaz de enfrentar todos los ámbitos diferentes”.
“No solamente hay mayor interés (por las escuelas libres) sino que ésta es la ola del futuro”, se entusiasmó Jerry Mintz, director de la Organización para los Recursos de la Educación Alternativa. “El otro enfoque no funciona y todo el mundo lo sabe”.
La Escuela Libre de Brooklyn no es gratuita. La matrícula cuesta 10.000 dólares anuales, pero muchos padres dan lo que pueden. Hay una lista de espera de 35 alumnos.
Randy Karr dice que la experiencia ha sido positiva para su hijo David Johnston.
Aunque de muy pequeño David anduvo “estadísticamente” bien en escuelas anteriores, odiaba ir a clases y a veces lloraba cuando ella lo dejaba. Hacerlo cumplir las tareas escolares implicaba una lucha y, en opinión de Karr, esas tareas eran irrelevantes de todos modos.
“En las escuelas hay muy poco aprendizaje”, afirmó Karr. “Mucho consiste en quedarse inquieto, silencioso, sin hablar con los demás, sin moverse mucho. Especialmente si se trata de varones, es fatal”.
En la Escuela Libre de Brooklyn, David -hoy de 12 años- está floreciendo. Ayuda a manejar una clase de farmacología y porta un anotador donde escribe lo que está aprendiendo.
¿Pero qué pasa con los conocimientos básicos? ¿Lenguaje, matemáticas? ¿Es suficiente dejar que un niño decida cuándo aprenderlos? Eso preocupa a algunos padres que usan tutores para complementar la educación de sus hijos, dijo Berger.
Algunos alumnos dicen que la flexibilidad tiene sentido para los más pequeños y más grandes, pero no tanto para los del medio.
“Siento como que van a tener dificultades en la universidad”, dijo Victoria Rothman, de 17 años, refugiada de las escuelas públicas que pasa gran parte de su día escolar estudiando música. “Hay chicos aquí que se sientan y se la pasan todo el día jugando juegos de video. Yo le pondría límite o lo prohibiría”.
Otros disienten y señalan que la mayoría de los adultos apenas recuerda _o usa_ lo que les metieron en la cabeza en la escuela.
En cierto modo, a medida que crece, la escuela de Brooklyn se torna más estructurada.
Los alumnos pronto deberán satisfacer una serie de requisitos para la graduación que les obligará a demostrar competencia en rubros como comunicación, investigación y reflexión.
Pero la definición de competencia, al igual que todo en la escuela, es flexible.