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Familias mexicanas piden asilo en la frontera con California

El CBP informó que recibe y tramita cada solicitud que recibe en la frontera.
Ofelia llegó huyendo de la violencia en Michoacán hace 14 días y ahora está con sus hijos menores en un albergue para mujeres deportadas en Tijuana a la espera de tener noticias de su esposo, detenido en California.
“No somos de un grupo ni de otro, no queremos involucrarnos por nuestras creencias católicas.”
«No podemos regresar», dijo en charla con La Opinión en la Casa de la Madre Asunta de Tijuana, «si no son unos, son otros, pero nos pueden matar».
A la casa donde vivía la familia de Ofelia, por el rumbo de Apatzingán, llegó hace unos 20 días un convoy de camionetas de milicianos autodefensas y exigieron que su esposo se sumara al grupo.
Iban a enfrentar a gatilleros del cartel de ‘Los Caballeros Templarios’ y tenían que reforzarse, antes que fueran los narcotraficantes quienes obligaran a los civiles a sumarse como combatientes.
«Nos dieron una hora para tomar nuestras cosas e irnos», recordó la mujer bajita de piel morena curtida por trabajar en limonares, «agarramos lo que pudimos y nos venimos a ver si nos daban asilo».
En los 60 minutos de plazo que les dio la autodefensa remataron cuanto pudieron, pidieron prestado y hasta regalaron. Tomaron el primer autobús que salió rumbo a Morelia y de ahí a Tijuana.
El 23 de enero, el matrimonio llegó a la garita de San Ysidro en California, se formó junto con otros cientos de peatones a la espera para cruzar a California y finalmente hablaron con un inspector de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).
«Le dijimos que queríamos pedir asilo porque veníamos de Michoacán y sentíamos que nuestras vidas corrían peligro», explicó.
A Ofelia la llevaron con sus niños a un cuarto separado de unos 12 pies por lado, según explicó, donde «había unas 25 mujeres, casi todas con niños, todas de Michoacán que ese día habían llegado a pedir asilo».
Horas después las autoridades deportaron a Ofelia con sus menores y desde entonces no supo más de su esposo, hasta la tarde del 3 de febrero, cuando un abogado que ayuda a la Casa del Migrante de Tijuana le informó que lo había encontrado detenido en San Bernardino a la espera de presentar este viernes su caso ante un juez de migración.
El esposo podría todavía conseguir el asilo y quedarse en California, pero entonces Ofelia y sus niños tendrían que vivir en Tijuana, pues en el poco tiempo que tuvieron para huir, nadie pensó en tomar documentos que avalaran el matrimonio, se quedaron en la casa desaparecida.
«Como le digo, nosotros no podemos regresar. No somos de un grupo ni de otro, no queremos involucrarnos por nuestras creencias católicas», insistió Ofelia.
Mary Galván, la trabajadora social que ha dirigido desde hace más de una década el albergue temporal Casa de la Madre Asunta de Tijuana informó que desde el verano ha sido constante la llegada de familias michoacanas al refugio, pero se ha incrementado en los últimos meses.
«Llegan docenas de familias de Michoacán cada mes, más de cien», dijo Galván. Tan sólo en la tarde del 4 de febrero cuando La Opinión visitó el refugio, había 16 madres de familia michoacanas con sus niños menores. Explicó que la mayoría de quienes llegan han sido rechazados al solicitar asilo en California: «No sé si alguien haya conseguido el asilo», dijo.
El padre Pat Murphy, director de la Casa del Migrante, confirmó que en el mes de enero llegaron más de cien familias michoacanas a la Casa de la Madre Asunta, luego de que fueran deportadas al negarles asilo, pero «los hombres no son tan abiertos, por eso no sabemos sobre todos los casos de michoacanos a quienes les han negado el asilo».
A una solicitud de información, sin embargo, CBP informó que recibe y tramita cada solicitud que recibe en la frontera.

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