Peligra el Internet

A partir del 1 de octubre de 2008, la empresa de cable Comcast de Estados Unidos impondrá un límite a la transferencia de datos de sus clientes de Internet, de 250 GB por mes. Esta decisión ha provocado la ira de muchos defensores del uso libre de la red. Algunos han pronosticado que la medida de Comcast será imitada por otros proveedores, y podría significar el fin de Internet tal como lo conocemos hoy.

Los usuarios de Internet necesitan cierta cantidad de GB para enviar mensajes y descargar archivos de texto, audio y video. Si eso se limita o se vuelve muy costoso, lo que se ha avanzado hasta ahora en materia de consagrar la libertad digital y el alto nivel de acceso a la red, correrían un gran peligro.

El nuevo límite es una medida de Comcast para aliviar el congestionamiento que sufren sus líneas de servicio . El punto es que Comcast y otras compañías habían prometido a sus clientes transferencia de datos por banda ancha ilimitada que en la realidad de los hechos, no pueden dar. Internet no es tan ilimitado como parece. En 2007, Associated Press, la agencia de noticias más grande del mundo, y la Electronic Frontier Foundation acusaron a Comcast de obstaculizar el acceso a ciertos sitios web de intercambio de archivos. La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) exigió a Comcast tener una política de administración de su red más transparente, para fines de este año. Vamos, los clientes tienen que saber cuánto reciben por lo que pagan, qué límites hay y qué pasa si se exceden en la transferencia de datos mientras navegan.

En Los Angeles, la fiscalía municipal demandó a la empresa Time-Warner por la misma razón, en defensa del consumidor angelino.

Gracias a la intervención de la FCC y de instituciones que permanecen en estado de alerta al respecto, la respuesta de Comcast fue ofrecer este límite mensual de 250 GB, suficientemente generoso como para enviar 50 millones de correos electrónicos; descargar 62.500 canciones; descargar 125 películas de definición estándar, y subir a la red 25 mil fotografías digitales de alta resolución.

La primera vez que un cliente exceda ese límite, recibirá una llamada telefónica de un representante de Comcast. La segunda vez le interrumpirán el servicio de Internet por un año. Esta medida se aplicará solamente a los clientes residenciales, no a los clientes comerciales.

El director de comunicaciones de Comcast, Charles Douglas, explicó recientemente estos detalles y dijo que el nuevo límite “no afectará a más del 99 por ciento de los clientes” residenciales de la empresa, ya que menos del uno por ciento actualmente usa más de 250 GB por mes.

Después de la respuesta de Comcast con el límite de GB, los miedos de los defensores de Internet parecen exagerados. Pero no lo fueron antes del anuncio de la empresa. Comcast se portó mal, bloqueó accesos a la red ilegalmente. Otros podrían estar haciendo lo mismo, hasta que los atrapen.

El grupo Free Press, que presentó también una demanda contra Comcast, se mantiene preocupado por el límite impuesto a la transferencia de datos, aun cuando admite que ese límite es “relativamente alto”.

“Si Comcast ha sobrevendido su red hasta el punto de que se produzcan problemas de congestión, la mejor solución a corto plazo es mostrar los límites para el uso de Internet, y no la actual política de bloquear ilegalmente el tráfico de la red”, manifestó S. Derek Turner, director de investigaciones de Free Press.

Turner agregó que esta polémica pone el dedo en la llaga, en cuanto a que Estados Unidos necesita mucha más “competencia genuina de banda ancha”. La competencia legítima siempre ha producido precios más económicos para los clientes, y supone además mejor servicio de parte de las empresas. Si no es así, los clientes se van con otros proveedores gracias a la competencia.

En su primera etapa, a mediados de la década de los 90, el uso de Internet se pagaba por hora. Había proveedores que lo ofrecían de manera ilimitada, pero hacia 1995 America Online, con el mayor número de usuarios en aquella época, hizo toda una revolución al ofrecer servicio ilimitado por una tarifa fija.

Desde que se consolidó como un nuevo medio, Internet se ha impuesto como la fórmula más democrática de expresión de las ideas y de adquisición de conocimientos e información que haya conocido el género humano. Ni la invención de la imprenta, ni los periódicos y revistas, ni la radio y la televisión habían permitido un nivel de participación ciudadana tan extraordinario. Esto ha sido posible no sólo por la capacidad interactiva de la red, sino también porque el uso de Internet es extraordinariamente económico. Si los proveedores de acceso a Internet que lucran descomunalmente con este nuevo medio, imponen límites a su uso, estarán asesinando la parte más importante de la superautopista de la información. Será necesario entonces encontrar fórmulas de carácter público, que garanticen el nivel actual de participación ciudadana. Algo así como el papel que han jugado las bibliotecas públicas hasta hoy.

Por lo menos para el ciudadano promedio, Internet es un servicio público. Es posible que sea legítimo y hasta saludable privatizar un servicio público, pero nadie ha tenido nunca la grotesca idea de privatizar la libertad. Ni siquiera los dictadores, que se adueñan de ella enfermos de poder, han encontrado una fórmula capaz de privatizarla.

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