<!--:es-->UN GRAN AVANCE EN SALUD CARDIACA:
…Un tratamiento experimental les está proporcionando nuevas esperanzas a pacientes muy enfermos.<!--:-->

UN GRAN AVANCE EN SALUD CARDIACA: …Un tratamiento experimental les está proporcionando nuevas esperanzas a pacientes muy enfermos.

Jim Blevins y Gail Keller estaban enfermos del corazóN y habían perdido toda esperanza. Ya no había nada que pudieran hacer… hasta que se ofrecieron como voluntarios en un tratamiento experimental, esperando, por lo menos, poder ayudar a otros pacientes.

En el 2004, Blevins enfrentaba una situación sin salida: le dijereon que necesitaba un trasplante para sobrevivir, pero que no estaba lo suficientemente enfermo como para ser un candidato. Sus problemas cardiacos habían comenzado hacia una década, cuando tenía 42 años y era camionero de una empresa panificadora de Ohio. En su tiempo libre, entrenaba al equipo de softball femenino de la zona. Pero últimamente se sentía muy cansado, así que su esposa insistió en que fuera al médico.

Como su electrocardiograma salió anormal, lo llevaron a un cardiólogo y después a una unidad de cuidados intensivos. “Me asusté mucho”, dice Blevins. “Me hicieron toda clase de exámenes y me dijeron que había tenido un infarto. Ni siquiera me di cuenta”.

A la mañana siguiente, su esposa, Janet, y sus tres hijas estuvieron con él mientras lo preparaban para una cirugía de bypass. El infarto había causado tanto daño que tuvo que pasar un mes en el hospital y cinco en rehabilitaCIóN como paciente externo antes de poder retomar sus actividades cotidianas.

Blevins siguió trabajando y no tuvo complicaciones sino hasta una década más tarde, cuando comenzó a experimentar falta de aire y angina de pecho, un dolor que sobreviene cuando el corazón no recibe suficiente sangre rica en oxígeno. Los síntomas eran advertencias de que podía estar a punto de sufrir otro infarto o incluso una muerte repentina. “Sentía un dolor constante; en escala de uno a diez, era de seis”, decía Blevins. “Me faltaba tanto el aire que no podía caminar desde el camión de pan hasta la tienda sin tener que descansar. Cuando fuí a ver al cardiólogo me dijo que no había nada que hacer, que mis arterias estaban demasiado tapadas como para otro bypass y que me quedaban unos cinco años. Tenía 52 y pensé que mi vida había terminado. Mi esposa y mis hijas estaban aterradas, y yo también”.

Su médico le comentó que con un trasplante de corazón tal vez sobreviviría 10 años más. Para saber si era candidato, en el 2004 Blevins consultó a la doctora Lynne Wagoner, directora de servicios cardiacos del Hospital Universitario de Cincinnati. “Jim era lo que algunos doctores llaman un paciente ‘sin opciones’, dice Wagoner. “Había probado todos los tratamientos convencionales, pero no reunía los criterios para un trasplante. Como hay escasez de donantes, para ser candidatos, los enfermos deben estar en su lecho de muerte. Muchos fallecen mientras esperan un nuevo corazón”.

Gail Keller se encontraba en la misma situación. Keller, oriunda de New Paris, Ohio, tenía 35 años y sufría de un mal hereditario que causa una acumulación en la sangre de niveles muy altos de colesterol y que puede llevar a serios problemas del corazón o a una muerte repentina.

Keller tenía 16 años y era atleta de triatlón cuando tuvo su primer infarto mietras hacía ejercicio. A los 19 ya le habían practicado una cirugía de triple bypass. “Mis doctores dijeron que no llegaría a los 21, porque mis arterias se cerrarían antes”, dice Keller, quien superó los pronósticos Y se graduó de la universidad, estudió una maestría y comenzó una carrera como consejera de rehabilitación para discapacitados. “Siempre estaba asustada porque parecía que vivía de tiempo prestado”. Cuando Keller cumplió 33 años, se puso tan mal que tuvo que dejar su empleo y mudarse con sus padres. “Casi cualquier actividad me provocaba dolor en el pecho, falta de aire y una terrible fatiga”, dice. “A menudo lo único que podía hacer era estar acostada”. Cuando se le evaluó para un trasplante de corazón, en el 2002, “sus arterias eran como ramitas diminutas, imposibles de arreglar”, dice la doctora Wagoner. “Era asombroso que siguiera con vida.

¿Cómo decirle a alguien tan Joven?: ‘Lástima que tengas tan mala suerte, pero no podemos ayudarte’. Aunque la tratábamos con fármacos, era muy probable que sufriera otro ataque”.

Pero un nuevo avance médico les ofreció esperanza a los pacientes de la doctora Wagoner. La angiogénesis, un procedimiento experimental, había tenido buenos resultados en dos estudios alemanes y la Dirección de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) ya había dado su visto bueno para comenzar una prueba clínica en Estados Unidos. En el proceso se inyecta en el corazên una proteína llamada factor de crecimiento del fibroblasto 1 (FGF-1), explica el doctor Thomas Stegmann, el cirujano alemán pionero en este tratamiento, quien lo introdujo en Estados Unidos.

“La proteína es como una semilla que hace que nazcan nuevos vasos sanguíneos, creando una red de capillares y de arterias pequeñas”. El FGF-1 se encuentra naturalmente en el cuerpo, pero se desconocía el efecto que podría tener al inyectarlo. ¿Causaría otros problemas como cáncer o un crecimiento de vasos sanguíneos en sitios como los ojos, donde podrían resultar peligrosos?

El doctor Stegmann había realizado estudios preciSos en animales. En su primera prueba coN humanos, realizada en 1995, los 40 voluntarios estaban muy enfermos: sus bloqueos eran tan serios que no se esperaba que vivieran más de dos años. Veinte de ellos recibieron dos inyecciones de la proteina y pasaron por una cirugía de bypass estándar.

Tres meses después, los rayos x mostraron que donde se pusieron las inyecciones se estaban formando nuevos vasos y que éstos se estaban conectando con las arterias existentes, duplicando o incluso triplicando el flujo snaguíneo al corazón.

“Nos maravilló la mejoría de los pacientes; algunos volvieron a sus empleos, cuando antes no podían llevar una vida normal”, dice el doctor Stegmann, quien más adelante probó el FGF-1 como terapia única en otros 20 pacientes, con resultados similares de aumento de flujo sanguíneo. En efecto, los estudios mostraron que los pacientes más enfermos estaban creando sus propios bypass naturales.

Y lo que es más, casi todos los pacientes que estaban enfermos de muerte en el estudio de 1995 seguían vivos 10 años después, y estaban tan saludables como para asistir a una reunión. (Dos murieron por causas no relacionadas con el corazón).

“Fue conmovedor verlos celebrar y disfrutar la vida”, dice el médico. Durante el encuentro, dos de los sobrevivientes preguntaron si podían ser inyectados de nuevo, pues habían desarrollado nuevas oclusiones.

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