¿Dónde [y con quién] están tus hijos?
...Tragedias Envían mensaje a los Padres!
Un joven que por despecho mata a dos hermanitos de su ex novia, y a ella la hiere de gravedad. Dos nietos que apuñalan a su abuela para robarle y comprar droga. Un adolescente que viola a un vecinito. Un muchacho que asesina a una amiga y la entierra en el patio de su casa…
En los últimos tiempos, esta escalofriante galería criminal ha indignado a la opinión pública regiomontana, sobre todo, por contener dos ingredientes en común: juventud y violencia exacerbada.
Las últimas víctimas fueron Érick Azur y María Fernanda Peña Coss y León, de 7 y 3 años, respectivamente, quienes fueron asesinados presuntamente por Diego Santoy Riveroll, ex novio de su hermana Érika, quien fue herida de gravedad.
¿Qué es lo que está pasando? Especialistas buscan hoy, desde sus diversas ópticas, encontrar una o varias respuestas a esta trágica realidad.
I. Humanizar a la
sociedad
Para una experimentada socióloga, el fenómeno juventud-violencia refleja a una sociedad que se está deshumanizando.
Una comunidad egoísta, dice, en donde cada quien se interesa en lo suyo y donde el sistema social (familia, estado, religión) no logra regular valores.
“No le estamos dando prioridad al sujeto por sí mismo”, afirma la especialista. “La familia se ha relajado en su función”.
“Antes, los roles estaban bien definidos, ahora parece que falta tiempo para cubrir las necesidades económicas, y se deja de lado lo más importante: la comunicación con los hijos y educar en valores”.
Y aclara, una educación de valores no es dar una fórmula de comportamiento, sino brindar ejemplo de conducta hacia los demás.
Incluso, en los programas de estudio, las ciencias sociales se han reducido, aunque son importantes, porque, ¿quién se encargará en el futuro de reflexionar sobre los problemas sociales para encontrar una solución, una manera de reaccionar?
II. Fomentar tolerancia
Mario Alberto González Martínez, terapeuta familiar sistémico, no se atreve a establecer qué podría haber ocurrido en el interior de Diego Santoy Riveroll como para presuntamente asesinar a los dos hermanitos de su ex novia y herirla a ella de gravedad.
Sin embargo, sugiere que este caso se revise también desde el contexto social de la educación por géneros.
“Definitivamente el joven tiene un trastorno, pero además él sobrepone su fuerza como hombre, ante una mujer y dos niños; esta agresión que se manifiesta de hombres a mujeres o hacia menores y débiles, ya rebasó los límites de la edad, hasta en los jovencitos se está viendo.
“Creo, por ello, que en el primer grupo social que es la familia se tienen que fomentar valores como el respeto, la tolerancia y la igualdad entre el hombre y la mujer. Es tiempo, además, de que las autoridades establezcan modelos educativos formales con perspectiva de género”.
III. Atender a foráneos
Los casos de juventud-violencia son focos rojos que casi queman y no se están buscando soluciones, asegura Cecilia Sheridan Prieto, Coordinadora de Investigaciones.
“Hay un síntoma característico de ciudades con desarrollo muy fuerte como Monterrey, que es centro de atracción para estudiantes foráneos, quienes suelen separarse muy tempranamente de la tutela de sus padres, y disponen de demasiada libertad o libertinaje.
“Sólo hay que ver que todos los días hay fiestas y reventón en los antros de la Ciudad, y el alcohol corre a raudales”.
Sheridan Prieto no generaliza al hablar de ellos, pero considera que las prepas y universidades deberían crear programas de orientación, apoyo y seguimiento a esta población estudiantil, promoviendo de manera previa foros donde los foráneos manifiesten sus necesidades.
“Y en la familia es esencial marcar límites y escuchar a los muchachos, porque cuando nos enteramos de hechos delictivos juveniles, casi siempre sale a relucir un núcleo familiar disfuncional”.
IV. Orientar desde casa
Después de sacudidas tan fuertes como los asesinatos y actos violentos de jóvenes contra mujeres, niños y ancianos, una psicóloga propone que cada familia se aplique una seria evaluación.
Indica que hay señales muy claras que gritan: ¡atiende y actúa!
Ejemplos: si los hijos se encuentran deprimidos, si hurtan pequeñas cosas, si participan en pleitos o son abusivos, si generan problemas, si la chica viene con un novio tomado, o si una y otra vez el joven no llega a dormir.
“Es cierto que muchos jóvenes no se caracterizan por comunicar a sus padres lo que les pasa, sienten que pueden manejar su vida, que necesitan independencia, pero una forma de saber en qué andan es conocer a sus amigos, escuchar sus opiniones, sus temas de interés, sus estados de ánimo.
“Hay que orientarlos y no sermonearlos ni dirigir la conversación cuando nos cuentan sus cosas, porque seguro no lo volverán a hacer”.
Muchos padres sienten miedo a enfrentar a sus hijos o vergüenza de pedir ayuda especializada cuando se trata de alguna adicción o problema psicológico, pero esa actitud conlle-va un grave error.
“Conozco a una madre que sigue llevando al oculista a su hijo después de dos años porque siempre trae los ojos enrojecidos, pero si ella quisiera abrir los suyos sabría que desde entonces el muchacho se droga.
“A veces los padres negamos o minimizamos los problemas que tienen los hijos, y luego nos asustamos cuando explotan como un volcán”.
Abrir los ojos.
Ésa es la clave para los expertos.
Si cada papá o mamá no abre bien los ojos a esta realidad social y a lo que ocurre dentro de su propio hogar, quizá en cualquier otro momento la trágicas historias que hemos ennumerado, podrían repetirse y volver a conmover a nuestra sociedad.