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Paisanos: Generación 1.5!

Uno de cada 100 mexicanos dice soñar con venirse a vivir a Estados Unidos, pero medio millón lo hace año con año.

En esta época del año, nuestra frontera al sur se convierte en la línea divisoria de dos países más atravesada por personas yendo del trabajo a la familia y de regreso. Este flujo hecho de necesidades, más que de sueños, moldea las actitudes de los mexicanos hacia Estados Unidos, hacia el exterior en general y hacia el fenómeno de la globalización.

Algunas encuestas recientes invitan a hacer conjeturas sobre las posturas de México -o más bien de los diferentes Méxicos- ante el mundo. Estas encuestas de opinión son: “Los Sueños de los Mexicanos” de Enrique Alduncin y Juan Carlos Gómez, publicada en México; “México y El Mundo 2006”, del CIDE y el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales; y el “Immigration Survey”, de la Kennedy School de Harvard.

Hay dos brechas típicas que separan las actitudes hacia lo internacional y hacia lo norteamericano: élites y población en general; mexicanos del norte y mexicanos del sur. Para dos de cada cinco mexicanos, en general, es malo recibir ideas y cultura de otros países, en cambio, cuatro de cada cinco con posición de liderazgo ve en las ideas y cultura llegadas de afuera algo positivo. La apertura cultural se convierte en admiración para dos de cada tres mexicanos en una posición de élite, mientras que sólo uno de cada tres de la población en general comparte esta admiración.

El escepticismo hacia los influjos externos se convierte en desdén hacia los norteamericanos para dos de cada cinco mexicanos del sur, pero sólo para uno de cinco de quienes viven en los estados del norte de México.

¿Norte pragmático-materialista y sur místico-profundo?

No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que entre los mexicanos del norte, uno de cada tres conoce Estados Unidos, por uno de cada diez de los del sur. Más importante: 2 de cada 3 mexicanos del norte tienen a un familiar viviendo en Estados Unidos y reciben los beneficios -momentáneos- de ello, mientras que sólo uno de cada tres está en una situación similar entre los del sur. Luego, ser vecino de Estados Unidos es una ventaja para el 72 por ciento de los mexicanos del norte, mientras que sólo lo es para el 40 por ciento de los del sur.

¿Qué piensan los mexicanos que ya están en Estados Unidos de los mexicanos que se quieren venir? Hay diferencias obvias entre el trabajador de reciente arribo y quienes nacieron acá teniendo padres que inmigraron. Tal vez las actitudes más sorprendentes, por sus similitudes con la del norteamericano promedio, son las de la llamada “generación 1.5”: quienes nacieron en México pero llegaron a Estados Unidos con 10 años o menos.

A la generación 1.5 no le interesa voltear al país en que nació, no hay nostalgia, ni compromisos, muy probablemente tampoco deseos de enviarnos dinero. El 94 por ciento de ellos ve que las oportunidades son mejores en Estados Unidos y no están dispuestos a darle una oportunidad al país en que nacieron, tampoco les interesa facilitarle el ingreso a otros mexicanos. Esto se ve reflejado en un tema sensible como el de los impuestos: mientras el 68 por ciento de los inmigrantes recién llegados se percibe aportando lo suficiente al fisco norteamericano, sólo el 37 por ciento de la generación 1.5 está conforme con lo aportado al fisco por los inmigrantes, están muy cerca del 28 por ciento de los ciudadanos estadounidenses no-inmigrantes que comparten la insatisfacción.

Parece normal que el 66 por ciento de los estadounidenses no-inmigrantes piense que su país no es suficientemente duro con los mexicanos que cruzan el río. Lo sorprendente es que el 68 por ciento de la generación 1.5 comparta esta postura.

Cuando se les pregunta a los mexicanos sobre sus sueños en la vida, las respuestas tienen que ver con educación para los hijos, seguridad social, mejores empleos, la unidad familiar. Sólo el 0.6 por ciento presenta como un sueño el emigrar a Estados Unidos, pero una vez que lo hacen (y tal vez por haberles permitido esto cumplir con parte de su sueño), media generación más tarde, la frontera ya es una línea maldita para no cruzar de regreso, pero tampoco para dejar entrar a otros.

El 87 por ciento de los chinos y el 86 por ciento de los sudcoreanos piensan que la globalización es buena para su país. El 41 por ciento de los mexicanos comparte esta postura. Una diferencia está en que para los chinos y sudcoreanos de las generaciones recientes la globalización ha significado, sí la posibilidad de emigrar, pero, sobre todo, oportunidades de trabajo en gran escala dentro de sus países. Para ellos la globalización ha puesto al trabajo y a la familia en el mismo lugar. Para millones de mexicanos la globalización ha sido igual a: por un lado la familia y por otro el trabajo.

¿Será posible revertir la tendencia?

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