Política Global
Tres Países Latinoamericanos exhiben una polarización política radical
Por Isaac Bigio
Analista International
Por primera vez en su historia, Bolivia, Chile y Perú eligen presidentes en un lapso de cuatro meses. Los tres vecinos que hace 125 años protagonizaron la Guerra del Pacífico tienen procesos distintos, aunque éstos se concatenan.
El 18 de diciembre, Evo Morales recibió el 53 por ciento de los votos bolivianos. En Bolivia nunca antes un sindicalista campesino llegaba a la Presidencia y un ex guerrillero marxista (como es Álvaro García) ganaba la Vicepresidencia. Su Movimiento Al Socialismo cabalgó sobre una ola de protestas que tumbaron a dos presidentes (Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003 y Carlos Mesa en 2005) y se apoyaron en el altiplano quechuaymara, mientras que un 29 por ciento votó por ‘Tuto’, militante del partido del ex dictador ultraderechista Bánzer, cuyas bases son las clases medias y las tierras bajas con menos población india.
El 15 de enero, en la segunda vuelta chilena, un 53 por ciento sufragó por Michele Bachelet, contra un 47 por ciento por el millonario Sebastián Piñera. En ambos países, quien triunfaba se reclamaba socialista y la oposición se nucleaba en torno a un librecambista ligado a empresas privadas.
Sin embargo, mientras en Bolivia la polarización se dio entre dos líderes que provienen de la izquierda y derecha ‘duras’, en Chile la dicotomía no fue tan fuerte, pues allí ambos candidatos respaldan el modelo monetarista y al TLC con EE.UU. La derecha fue tras un liberal que atacaba a las dictaduras y la izquierda fue muy moderada y atada al centro democristiano.
En Bolivia ha habido una mayor división de acuerdo con líneas de clase y étnicas. La izquierda dura que en Bolivia tendió a respaldar a Evo, en Chile marcó un significativo 5 por ciento yendo inicialmente contra Bachelet.
Los socialistas bolivianos son más radicales: postulan legalizar la coca, nacionalizar el gas, una constituyente y una nueva república multiétnica. Los chilenos, en cambio, tienen una buena relación con Washington y con el empresariado.
Estas polarizaciones han incidido sobre Perú, que tendrá elecciones generales el 9 de abril. Según las últimas encuestas, la segunda vuelta ya no sería entre dos candidatos pro-libre mercado (como ha venido pasando desde 1990), sino entre una derecha liberal (Lourdes Flores) y un nacionalismo tipo Venezuela (Ollanta Humala).
Chávez alienta ese antagonismo buscando atraer al APRA socialdemócrata para formar un bloque de antiderecha. Flores debe buscar evitar ser desbordada por la derecha fujimorista, pero también mantener puentes hacia el centro al Apra para buscar ganar en segunda vuelta.
Mientras en Chile y Bolivia ganaron los candidatos que siempre fueron favoritos, en Perú quien inicialmente lideraba las encuestas (Valentín Paniagua) ha pasado al cuarto puesto como un centro atenazado por dos extremos. Lourdes Flores tras haber liderado las preferencias, ahora disputa ello con Ollanta Humala. Alan García ha sido desplazado del segundo puesto por nacionalistas más radicales.
García y Bachelet pertenecen a la misma Internacional Socialista, la misma que en Brasil, Chile y Uruguay busca un proyecto intermedio entre el librecambismo de Mesoamérica y Colombia y el antiimperialismo de Cuba, Venezuela y Bolivia. García inicialmente trató de demostrar al empresariado que él se había ‘moderado’ y que ya no nacionalizaría ni chocaría con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el ascenso humalista le ha obligado a girar a la izquierda.
El Apra apunta a que Lourdes y Ollanta se desgasten mutuamente para aparecer como una salida razonable. En caso de no llegar a la segunda vuelta, podría convertirse en la fuerza que dirima.
Ollanta tiene dos caminos. Uno es jugar al radicalismo tipo Bolivia buscando movilizar electores pobres tradicionalmente apáticos con un discurso ‘revolucionario’. Otro es ‘moderarse’ para atraer inversionistas, y al centro buscando el apoyo de éstos en el balotaje.
La primera ruta implicaría apoyarse en los sindicatos y la izquierda, a la cual él no integra. Él, más bien, prefiere demostrar que puede ser más ‘inofensivo’ y dialogante con EE.UU. Si bien el primer camino puede enajenar a varios partidos intermedios, le daría un fuerte respaldo social en sectores que buscan un cambio contra la ‘oligarquía’ y pudiese movilizar a sectores tradicionalmente apáticos, pero la segunda vía, aunque le puede hacer perder filo y la imagen de antisistema, le permitiría evitar vetos y ampliar sus posibilidades de hacer coaliciones. Mientras el primer tipo de radicalismo ganó en Bolivia, el segundo ganó en Chile.
Flores es socialcristiana, al igual que los principales socios de Bachelet. La Internacional democristiana comparte el poder en Chile y Uruguay dentro de gobiernos centroizquierdistas. En El Salvador se minimizó en el choque entre duros de izquierda (Fmln) y de derecha (Arena). En los lugares donde se alinea en la derecha pierde fuerza (en Venezuela y Costa Rica) o reduce sus chances de ganar (Ecuador).
Flores ha buscado unir a la derecha no fujimorista, pero si quiere repetir el éxito de la alemana Angela Merkel, podría mantener abiertas las posibilidades de hacer una concertación con la socialdemocracia (como pasa hoy en Berlín o Santiago).