PROYECTO FAMILIA: Que tus hijos ejerciten la libertad responsable!

En un estudio realizado en 1924 se les preguntó a las mamás cuáles eran las virtudes que querían fomentar en sus hijos. La respuesta fue: obediencia, fidelidad a su iglesia y buenos modales.

Un estudio más reciente, en 1988, muestra el cambio en la ideología educativa: los padres deseaban hijos independientes y tolerantes. ¿Lo lograron?

Al preguntar a los jóvenes del 2007 cómo describirían a su generación, dos conceptos sobresalen: independencia y mentalidad abierta.

La generación de nuestros hijos se caracteriza por una libertad sin precedentes. Muchos siguen la teoría de que cada uno haga lo que quiera: con horarios flexibles, obediencia opcional, cocina de restaurante, recámara con servicio de hotel que porta un letrero invisible de “no molestar”… Ah, y todo ¡gratis!

¿PREPARADOS PARA LA

LIBERTAD?

Hacer lo que cada uno quiere se ha convertido en la ética de nuestros días. Esta idea, avalada por un falso “respeto” o “tolerancia”, se convierte fácilmente en individualismo irresponsable: yo, yo, yo.

La independencia exige la responsabilidad de enfrentar las consecuencias de los actos que, generalmente, involucran más del Yo.

A los hijos, ¿les permitimos hacerlo?

Pensemos en la mamá que defiende a su hija acusada de robar el examen de matemáticas diciendo que el descuido fue del maestro, que lo dejó sobre el escritorio cuando salió un momento del salón de clase.

Ni hablar del padre que grita al entrenador que deje jugar a su hijo el partido de fútbol cuando el chico no asistió a las prácticas. “¡Mal maestro!”, “¡entrenador injusto!”.

SOBREPROTEGER

NO ES EDUCAR

Sobreproteger crea hijos-víctimas incapaces de enfrentar y aprender del sufrimiento natural consecuencia de los errores de la vida y también de las limitaciones personales.

No todos somos deportistas natos o artistas en potencia. ¡Que cada uno acepte los halagos por los triunfos y las correcciones por los errores!

La verdadera meta educativa va más allá de la independencia, en realidad, anhelamos hijos interindependientes. Esto es, una independencia que funcione con otras independencias.

El hijo no es un ser aislado de la familia, de su escuela, de las amistades, de la sociedad. Él y todos debemos empatar nuestras independencias para estar en paz con la comunidad en la que vivimos. La libertad exige responsabilidad con uno mismo y con los otros.

Para que nuestros hijos sean interindependientes, deben ganarse la confianza que genera la responsabilidad de sus actos. Serán responsables en la medida en que nosotros, sus papás, les demos responsabilidades propias de su edad.

Desde pequeños se puede pedir que los hijos hagan su tarea solos, que levanten el plato de la mesa, que tiendan su cama, que respeten a la abuela, que consideren el cansancio de papá.

Al cumplir con estas tareas, los hijos no sólo “creen” que pueden, sino que “saben” que pueden.

Es importante decírselos, pues tus palabras, aunadas a sus actos, se traducen en seguridad e independencia responsable. Así, los adultos terminamos por confiar realmente en nuestros hijos dejándolos ser.

SABER EDUCAR

Responsabilidad significa decidir hacer y también decidir dejar de hacer. Significa decidir ser bueno para el fútbol entrenando con disciplina.

Significa dejar de ir a alguna fiesta cuando se tiene un compromiso deportivo. Significa dejar el placer del sillón frente a la televisión por el agotamiento físico.

Aceptar las consecuencias buenas o malas de estos actos fortalece la interindependencia.

El equipo es competitivo, el jugador fortalece su espíritu, y los papás asisten al partido de su hijo sin reclamos al entrenador. Independencias que funcionan.

Vivimos en un mundo que valora lo fácil, lo cómodo, lo que resulta en placer momentáneo.

¿Cuántas cosas podemos hacer oprimiendo tan sólo un botón? Vemos televisión, llamamos por teléfono, escuchamos música, calentamos comida, enviamos un mensaje… Vivimos en el mundo de lo inmediato.

Este ambiente dificulta a los adultos a enseñar y a los jóvenes a aprender a ser interindependientes.

Nos confundimos pensando que las mejores decisiones son las que traen una gratificación inmediata. Parece más fácil robar un examen que estudiar para pasarlo.

Sin embargo, el éxito se alcanza cuando nos esforzamos hoy para disfrutar los logros mañana. Esta virtud, la autodisciplina, es una gran motivadora: no hay más fortaleza que la que la fe que llevamos dentro.

“Si crees que puedes o crees que no puedes, estás en lo cierto”, dijo Henry Ford.

La libertad se educa desde siempre; un pequeño de 3 años ya aprende las consecuencias de sus actos.

Nadie piensa que es lo suficientemente joven como para no ser capaz de tomar decisiones.

“Ya soy grande”, dice el niño de 5 años cuando aprende a abrocharse las cintas de sus zapatos; el de 7 años cuando entra a primaria, y también el hijo de 18 cuando por fin puede votar y tomar.

Queremos ser “grandes” hasta el día que por fin nos alcanza el tiempo de serlo.

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